No he conocido nunca a ningún perro a quien le encante llevar bozal la primera vez que sus propietarios se lo ponen. En cambio, hay muchos perros que van tan tranquilos por la calle con él puesto y sin quejarse. ¿Cómo puede ser? En realidad, no es tan difícil…
Puedes estar a favor o en contra del bozal, pero lo que es indiscutible es que ciertos perros tienen que llevarlo por ley (Perros Potencialmente Peligrosos; perros que viajan en transporte público, etc.) o por necesidad (durante un tratamiento por agresividad; para evitar que coman cosas del suelo mientras se recuperan de alguna indigestión, etc.).
Si es el caso de tu perro, aquí tienes algunas instrucciones para conseguir que no lo rechace.
Lo que hay que hacer
El secreto del éxito, en este caso, está en conseguir que el perro asocie el bozal a una experiencia positiva en vez de negativa. A eso se le llama, en educación canina, positivizar el bozal.
Si quieres que tu perro se lo deje poner, primero escoge uno que se adapte a su talla, le resulte cómodo y no interfiera en su visión. Para más información, lee Póntelo, pónselo: tipos de bozales.
No le pongas nunca el bozal a la fuerza. Utiliza un premio comestible y entrégaselo a través de la rejilla a tu perro, al tiempo que le estás colocando el bozal.
La primera vez, ni siquiera se lo ates. Sólo entrégale el premio y guarda el bozal otra vez en su sitio. Repite este ejercicio haciendo durar cada vez más el contacto entre el hocico de tu perro y el bozal, hasta que puedas llegar a atárselo. Luego repite esta acción varias veces, manteniendo cada vez por más tiempo el bozal puesto.
Una vez llegado a este punto, intenta ponérselo durante algunos ratos de juego o paseo, por ejemplo, para que tu perro siga asociándolo a experiencias positivas.
Lo que NO hay que hacer
Utilizar el bozal como castigo es la mejor manera para conseguir que tu perro acabe odiándolo. Por eso, nunca le des ese uso.